He leído los versículos que me dices en tu carta
de la primera a los corintios capítulos 5 y 6 (están ahí y ese es su contexto) pero ahora me vas a permitir que vaya por otros derroteros, luego lo comentaremos. En un párrafo de tu carta dices:
“No sé si te ha pasado a ti pero, me cuesta más perdonarme a mí mismo que a los demás, sobre todo cuando veo que sigo cayendo a pesar de mis resoluciones de no hacerlo. Me encuentro confiando en mis propias fuerzas y soy consciente de que eso está mal porque soy débil. Yo sigo luchando, pero sigo cayendo mientras que Efesios 6 nos dice que “habiendo hecho todo por resistir…” y veo que nunca lo consigo”
Todos los creyentes “caemos” en el pecado, no lo practicamos como algo habitual, ya no es nuestro amo, nos sentimos como la oveja cuando se mancha y no como el cerdo que se recrea en el fango. Así me parece entenderlo en la Palabra y en mi experiencia, Romanos 6:14 dice:
“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.”
El texto no dice que no vamos a pecar, dice que el pecado no se va a enseñorear de nosotros. En otro texto por ahí dice:
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Romanos 6:1
Este texto nos habla de “perseverar en el pecado” y “vivir en él”. Perseverar es “hacer constantemente una cosa” nos dice el diccionario, y eso era lo que hacíamos antes, vivíamos en el pecado, era nuestro ambiente, estábamos allí como el pez en el agua, no conocíamos otra manera de vivir. Pero ahora eso se acabó y lo experimentamos en nuestra vida, ya no perseveramos en el pecado, pero “caemos” en él. Esto me angustiaba mucho al comienzo de mi carrera cristiana y un buen hermano me dijo: “Hay algo peor que caer, es no levantarse” Nunca he olvidado el bien que me hicieron aquellas palabras. No es que ya no me duela cuando “caigo” ¡claro que sí! Me golpeo y me castigo yo solo, e inconscientemente me propongo de nuevo no volver a caer.
Aquí podríamos hablar del texto de 1ª Corintios 6:9-11 que me dices en tu carta:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”
Si lees los capítulo cinco y seis verás que estos versículos están ahí en su contexto y que los creyentes estaban metidos en muchos laberintos de pecado, sin embargo Pablo les dice: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” ¿Qué pretendo decir? Pues que ya no eran lo que fueron ¡aunque cayeran! y Pablo les lleva a que consideren lo que ahora son en Cristo ¡a pesar de que caigan! ¿Me comprendes? La victoria la vamos obteniendo cuando por fe estamos donde Dios nos ha puesto y contamos con lo que El ha hecho para nosotros.
Dices en la misma carta: “…y la triste realidad es que sigo teniendo mis luchas, aunque me proponga no volver a caer. Mi experiencia ha sido desde siempre que, al cabo de un tiempo, siempre voy a caer y veo que mi progreso en ese frente es limitado.” Todos tenemos un punto más débil, más vulnerable, por donde el enemigo nos ataca y nos hace caer con más facilidad, todos podríamos hablar de eso, de esa debilidad que nos vence y por más que hacemos no conseguimos la victoria deseada y anhelada.
Pero fíjate en estas palabras del Señor en Juan 15:5
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
Tremendo ¿Verdad?
Tenemos que aprender “el secreto de la vida cristiana” encerrado en este versículo, es una asignatura pendiente, nos cuesta toda la vida avanzar un poco en este terreno, pero es la realidad, solamente unidos al Señor podemos tener victoria donde ahora tenemos fracaso y llevar fruto. Hemos aceptado al Señor en nuestros corazones, y El nos ha salvado ¡para siempre! Pero no se queda ahí sino que quiere vivir su vida en nosotros, quiere ser la sabia de la vid que hace crecer el pámpano y dar fruto, quiere manifestar su poder en nosotros desde dentro hacia fuera, porque El vive dentro de nosotros, como dice en colosenses 1:27: “que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” y aquí un paréntesis para anotar lo que decía D. Jorge cuando hablaba de este texto: “Esperamos ir a la gloria en el futuro, pero la Gloria ha venido a nosotros en el presente”. Toda victoria viene de Cristo en nosotros, no de nosotros mismos, viene de esa comunión, dependencia, de la fe en su gracia que nos ha unido con El para siempre y quiere ser nuestra vida, también lo dice en Colosenses 3:4: “Cristo, vuestra vida”
Pero el diablo es muy astuto y sabe que unidos a Cristo vencemos, crecemos, le derrotamos y nos ataca de varias maneras para separarnos de esa comunión con el Señor que nos da la vida y la victoria. ¡Todos sus ataques son para derribarnos de la unión con Cristo, de la dependencia de El! Así que nos señala nuestro pecado, nuestra caída y nos dice: “Si tú fueras cristiano vencerías al pecado, porque esa es la señal de uno que ha nacido de nuevo” y como somos serios, honestos y cabales aceptamos la acusación, enfrentamos el reto y empezamos una tarea que no nos lleva a ninguna parte, bueno sí, nos lleva más lejos del Señor. Tratamos de conseguir una victoria sobre el pecado en nuestras fuerzas y así nunca conseguimos nada, sino amontonar una derrota encima de otra. Después viene la segunda sugerencia que nos hace, “Es mejor que no llames a Dios padre porque, al menos, no lo es tuyo” como seguimos siendo consecuentes y honestos con lo que nos pasa nos ponemos en esa posición y ya no llamamos a Dios padre, ni oramos porque no tenemos libertad, nos cuesta leer su Palabra, nos acusamos de hipócritas al hacer estas cosas y llegamos al tercer nivel donde el diablo quiere llevarnos: a pensar que no tenemos remedio, que no hay perdón para nosotros, que el amor de Dios es para otros pero no para nosotros, que los demás son santos, pero nosotros no. Así consigue angustiarnos, entristecernos, desesperarnos, mortificarnos, mantenernos en la esfera de nuestros recursos ¡nuestros pobres recursos!
¿Cómo debemos enfrentar las acusaciones del enemigo? En Apocalipsis 12:11 nos dice:
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero”
Es verdad que en mucho de las acusaciones del enemigo hay verdad, pero es solo una parte de verdad, que hemos pecado, esto debemos aceptarlo siempre que nos pasa, reconocerlo, asumir nuestra responsabilidad, pero en la otra parte que nos dice: ¡No eres creyente! O ¿Cómo tú haces eso? O ¡Quédate tirado en el suelo, no vales para nada! A cualquier cosa que nos diga debemos responderle que confiamos en la sangre de Jesucristo. Que esa sangre nos limpia de todo pecado. 1ª de Juan 1:7, seguramente lanzará otro aluvión de acusaciones, nos llamará de todo, pero tenemos que mantenernos firmes en la fe en la única posición segura y que además es Dios mismo quien nos la ofrece.
Referencias Bibliográficas
- Feliciano Briones Cursos Bíblicos Apartados 2.459 28080 MADRID
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