Skip to content Skip to footer

Dios de Refugio: El Corazón de Dios por los Desplazados

Cada 20 de junio, el mundo se detiene para recordar a los millones de personas forzadas a huir de sus hogares debido a conflictos, persecuciones, violencia y desastres. Es el Día Mundial de los Refugiados, y más allá de las estadísticas, esta fecha debería despertar una profunda compasión, conciencia y acción en el pueblo de Dios. La historia del refugiado no es ajena a las Escrituras: patriarcas, profetas e incluso el propio Hijo de Dios caminaron como desplazados, buscando refugio.

Abraham: Llamado a Dejar Su Tierra

La historia del pueblo de Dios comienza con un desplazamiento. En Génesis 12:1, leemos: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (RV1960). Este mandato no fue simplemente un viaje; implicaba dejar atrás lo conocido, enfrentar la incertidumbre y depender completamente de la guía divina. Aunque Abraham no huyó por persecución, vivió el desarraigo, una experiencia común entre los refugiados de hoy.

Israel en Egipto: Del Hambre al Exilio

La migración de Jacob y sus hijos a Egipto fue inicialmente una respuesta a una crisis humanitaria: la escasez de alimentos. Génesis 41:56 relata: “Hubo entonces hambre en toda la tierra; y abrió José todo granero donde había, y vendía a los egipcios; porque había crecido el hambre en la tierra de Egipto” (RV1960). Lo que comenzó como una solución temporal se transformó en una esclavitud generacional. Dios no ignoró el sufrimiento de su pueblo; Éxodo 3:7 nos recuerda: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias” (RV1960). Dios ve, oye y conoce el dolor del desplazado.

Jesús, el Niño Refugiado

Una de las escenas más conmovedoras de los evangelios es el exilio de la familia de Jesús a Egipto. Mateo 2:13 nos cuenta: “Y he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José, y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo” (RV1960). Jesús, el Salvador del mundo, también compartió las angustias humanas. Fue perseguido, obligado a huir y vivió en tierra extranjera. Esta realidad dignifica la vida del refugiado: no están solos ni olvidados.

La Ley de Moisés: Justicia para el Extranjero

Dios instruyó a su pueblo a cuidar especialmente a los forasteros. Éxodo 22:21 nos recuerda: “A ningún extranjero engañarás, ni angustiarás; porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (RV1960). Esta memoria debía traducirse en empatía activa. De hecho, en Levítico 19:34, Dios dice: “Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo” (RV1960). El mandato es claro: amar, no solo tolerar. Acoger, no simplemente permitir. Tratar al desplazado como un hermano, no como una amenaza.

Jesús y la Hospitalidad Radical

En su ministerio, Jesús centró su atención en los marginados. En Mateo 25:35, en el contexto del juicio final, dice: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis” (RV1960). La fe que agrada a Dios se expresa en acciones concretas. Para Él, recibir a un refugiado es recibirlo a Él mismo. Esta hospitalidad radical fue parte del testimonio de la Iglesia primitiva, donde se practicaba el compartir bienes, casas y cuidados. En tiempos de persecución, muchos cristianos huyeron a otras ciudades y fueron acogidos por creyentes de diferentes culturas. La Iglesia creció precisamente cuando el amor superó las barreras nacionales.

Hoy: ¿Qué Dice la Iglesia Frente a la Crisis de los Refugiados?

Hoy, más de 110 millones de personas viven desplazadas, según datos de ACNUR. Familias que han dejado todo atrás por sobrevivir. Niños sin escuela, padres sin empleo, personas sin derechos básicos. El cuerpo de Cristo no puede permanecer indiferente. Santiago 2:15-16 nos exhorta: “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?” (RV1960). Desde nuestras iglesias, podemos:

  • Orar por los refugiados y por sabiduría en los gobiernos.

  • Apoyar organizaciones cristianas que trabajan con migrantes.

  • Brindar espacios seguros, recursos y consuelo espiritual.

  • Predicar un evangelio que incluya compasión práctica.

El Refugio Definitivo

Finalmente, recordemos que todos somos, en un sentido espiritual, extranjeros. Hebreos 11:13 dice: “Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido… confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (RV1960). El cielo es nuestro hogar, y Cristo, nuestro refugio eterno. Como refugiados del pecado, encontramos en Jesús un lugar de paz, identidad y propósito. Como iglesia, estamos llamados a reflejar ese refugio aquí y ahora.

Conclusión

El Día Mundial de los Refugiados no es solo una efeméride humanitaria. Es un llamado divino. Dios ha caminado con los desplazados, ha hablado en su favor y nos ha encomendado su cuidado. Que nuestras comunidades sean faros de esperanza para los que huyen, brazos abiertos para los que sufren y voz profética en medio de la indiferencia. Porque, como dice Proverbios 18:10: “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado” (RV1960).

 

Por María del Pilar Salazar

Decana Académica 

Univ. Logos

YouTube: https://www.youtube.com/@LeccionesdeBibliayCiencia

Facebook: https://www.facebook.com/leccionesbibliayciencia/

Instagram: https://www.instagram.com/leccionesdebibliayciencia/

Loading

Leave a comment

0.0/5

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.