No es necesario tener un conocimiento profundo o un coeficiente intelectual elevado para entender el contenido del Evangelio. Esto es un consuelo, porque en 1ª Corintios 1:26-29 leemos:
“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”.
Y me alegra que sea así. Si la salvación dependiera solo de la inteligencia, la fuerza o el estatus social, solo unos pocos podrían acceder a ella. Pero Dios desea que la salvación esté al alcance de todos: los pequeños, los que no son prodigios intelectuales, y cualquier persona que anhele un cambio en su vida. Todos pueden experimentar la transformación que sólo Él puede ofrecer.
Así, todos pueden ser salvos, pero no por méritos propios. Todos humildemente reconocemos la sencillez del Evangelio. Es un mensaje fácil de entender, y aquí te lo resumo en pocos pasos:
Dios vino al mundo para salvarnos. Se trata de Jesucristo, quien se hizo hombre y murió en la cruz. Vivió una vida perfecta, agradable a Dios, y luego afirmó que vino a dar Su vida como rescate por muchos (Marcos 10:45). Cargó nuestros pecados sobre sí mismo y fue a la cruz, enfrentándose a la muerte como si Él hubiera pecado, para que nosotros pudiéramos ser perdonados.
La magnitud de este sacrificio es impresionante. A través de Su muerte y resurrección, Jesús no solo pagó el precio por nuestros pecados, sino que también nos abrió el camino hacia una relación restaurada con Dios. Como dice en Juan 3:16, «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» Esto significa que, independientemente de nuestro pasado o de nuestras imperfecciones, podemos acercarnos a Él y recibir Su gracia.
Ahora, nos ofrece libertad, porque ya hizo lo necesario para que no fuéramos castigados por nuestros pecados en el infierno. Si confías en Él y en lo que hizo por ti, te regala la vida eterna, siempre que te apartes del pecado y lo sigas. Este llamado es universal: no hay distinción entre sabios y necios, fuertes y débiles, porque todos necesitamos Su salvación.
¿Ves? Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Un mensaje conciso y sencillo. Pero la verdadera pregunta es: ¿te apropiarás tú de este mensaje? La decisión es tuya, y Dios está listo para recibirte con los brazos abiertos.
Andrés Díaz Russell
Coordinador del programa
«ALGO DIOS VA A HACER»
Youtube: https://youtube.com/@algoDiosvaahacer