Juan 12:27-28…Las palabras que escuchamos provienen del mismo Jesús:
“Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre.” Entonces vino una voz del cielo: “Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.”
La profunda turbación en el alma de Cristo provenía del conocimiento de lo que le esperaba: la cruz. Sin embargo, esa cruz era precisamente el objetivo por el cual había venido al mundo. Pero, ¿cómo puede ser que, a pesar de este sacrificio, se hable de gloria?
Cristo fue glorificado, pero en lugar de sentarse en un trono aquí en la Tierra, terminó colgado de un madero. ¿Qué gloria es esa?
Es fácil perderse en la imagen de la cruz y distraerse con el dolor físico que sufrió nuestro Salvador. En su lugar, enfoquémonos en algo fundamental:
Nadie puede morir por otra persona para ofrecerle salvación, porque todos somos pecadores (Romanos 3:23). Pero Jesús, en su perfección, sí pudo morir de forma vicaria por nosotros (Isaías 53:9c; 1 Pedro 2:22 y 24; 2 Corintios 5:21; Gálatas 3:13).
Y esto no es solo teoría. Las Escrituras nos dicen que Jesús vivió una vida sin tacha, tal como se confirma en Deuteronomio 19:15 y se refleja en varios pasajes del Nuevo Testamento, incluyendo Lucas 23:4, 14-15, 22, y Mateo 27:54. La evidencia es clara: Cristo fue glorificado al asumir un papel que solo Él podía desempeñar: el de pagar por los pecadores.
Pero la cruz también revela otra realidad, que a menudo pasamos por alto. Leamos Salmo 85:9-10:
“Ciertamente cercana está su salvación a los que le temen, para que habite la gloria en nuestra tierra. La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron.”
Dios es glorificado en la cruz porque en ella se manifiesta Su verdad y Su justicia, sin pasar por alto el pecado, mientras revela Su misericordia y paz a quienes confían en Su obra redentora y se arrepienten. En la cruz, Sus atributos se encuentran, se abrazan, y Su gloria brilla intensamente.
La pregunta que queda es: ¿Tienes vida eterna para ver la gloria de Cristo?
“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24).
O, por el contrario, ¿manifestarás la gloria de Dios enfrentando las consecuencias que Su justicia traerá sobre tu pecado? No es la voluntad de Dios que esto suceda. Él desea que estés a Su lado por toda la eternidad, como se revela en la oración de Jesús. Pero, así como Su justicia no impidió el castigo del pecado sobre el Salvador, ¿qué te hace pensar que pasará por alto tu pecado si no acudes a Él con fe y arrepentimiento?
La cruz es un trono de gloria donde la justicia y la misericordia se encuentran, y donde se revela el profundo amor de Dios por la humanidad. En este lugar, somos invitados a reconocer nuestro pecado, aceptar Su perdón y disfrutar de la vida eterna que solo Él puede ofrecer.
Andrés Díaz Russell
Coordinador del programa
«ALGO DIOS VA A HACER»
Youtube: https://youtube.com/@algoDiosvaahacer