Las Bienaventuranzas se encuentran a la cabeza del más importante sermón de Jesús, como principios fundamentales de su reino. Estas son las normas morales, éticas y espirituales que deberían gobernar la conducta de todos los súbditos del reino. Cuando Cristo bendijo estas cualidades, estaba enseñando que son el único camino a la verdadera felicidad. Demasiados creyentes están convencidos de que el reino en realidad es algo que se encuentra sólo en un dulce futuro y tiene poco que ver con el terriblemente ajetreado presente. Una enseñanza poco adecuada de la Biblia en algunos círculos ha intensificado el problema. Hay algunos que, por ejemplo, creen que el Sermón del Monte se refiere solo a una futura edad del reino. El resultado ha sido la debilidad espiritual. Afirmar que el Sermón del Monte de Jesús es algo que carece de importancia para estos tiempos es equivalente a arrancar el corazón de la enseñanza de nuestro Señor para su pueblo. Estos principios son las órdenes de marcha para nuestros días y para todos los que son verdaderos súbditos del Rey. Las Bienaventuranzas son especialmente significativas tanto como el punto de partida como el fundamento de todo lo que enseña Jesús en el Sermón del Monte. En un sentido, las Bienaventuranzas son las que han establecido la base de todas las verdades cristianas. Por ejemplo, nos ayudan a entender la naturaleza de la verdadera fe porque, al descubrir aquellos que son «bienaventurados», nuestro Señor está de hecho describiendo las características del creyente genuino.
Las Bienaventuranzas también demuestran que el camino a la bendición en el reino de Cristo es una ruta muy diferente a lo que el mundo quiere marcar para nosotros. El gozo y las bendiciones del Reino no se miden en términos de afluencia, alegría, placer, abundancia y comodidad. De hecho, las cualidades espirituales que hace que podamos recoger las bendiciones del reino son incompatibles con los valores de este mundo. De modo que no se supone que el ciudadano del reino de Dios se sienta como en su propia casa en este mundo. Nuestra ciudadanía pertenece al reino celestial y nosotros no somos más que extraños y transeúntes en este mundo en el que hemos sido puestos para servir como embajadores del Rey y, como tales, debemos de vivir conforme a los más elevados principios del reino celestial, y también segaremos sus más infinitos y elevados privilegios…
…Jesús participa en el negocio de la felicidad. Lamentablemente, no todo el mundo entiende o cree realmente esto. De hecho, muchos cristianos no están seguros de haber experimentado la verdadera felicidad. El primer sermón del que ha quedado constancia como uno que predicó jesucristo comienza con el tema de la felicidad que suena repetidamente, y su verdad revolucionaria cayó sobre el mundo como una bomba devastadora explotando en las mentes de los que lo oyeron. La verdad del Sermón del Monte explotó en las mentes de los oidores originales porque muchos de ellos eran reacios a que su relación con Dios fuera evaluada conforme a los estrictos principios de Jesús. Esa aversión se encuentra presente también entre muchos de los que profesan ser cristianos hoy en día. En la actualidad existe un ambiente de «creencia cómoda» que permite a las personas experimentar una felicidad inicial al encontrarse con el evangelio, pero no un gozo profundo y de larga duración que es el resultado de una obediencia seria a los mandamientos de Cristo. Nuestro Señor reconoció el problema potencial de esa creencia fácil, tal y como se menciona en luan 8:30-31: «Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él. Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos». Jesús afirma que creer de manera fácil es inadecuado. Este concepto de creer de manera fácil es además contrario al mensaje de las epístolas del Nuevo Testamento respecto a la salvación y a la seguridad.
La vida del auténtico creyente no se presenta nunca como una existencia fácil en la que el creyente hace sólo aquello que le apetece, sino que se le desafía a una vida de obediencia, en la que la fe se ve confirmada por el comportamiento de la persona. La vida de obediencia es algo que debería fluir de la relación básica del cristiano con Cristo. La Santa Cena del Señor ilustra la profundidad del verdadero afecto a Jesucristo. La Santa Cena del Señor es el acto de adoración más maravilloso y único, así como sagrado que jamás pueda experimentar la Iglesia de Jesucristo, que ha sido comprada por su sangre, siendo un recordatorio sagrado de la cruz y un tiempo durante el cual el creyente se examina a sí mismo. El pan nos habla acerca del cuerpo de Cristo y la copa acerca de su sangre, apuntando ambas a la cruz donde fue crucificado. Pero además de eso, es una comunión con el Cristo viviente.” (McArthur, 1980, pp. 13-30)
Referencias Bibliográficas
- Apuntes del Profesor José Juan Sosa Morales
- McArthur, J. (1980). Prefacio: Examínese a sí mismo. El Único Camino a la Felicidad. Moody Press.