La economía global parece moverse sobre arenas movedizas. Inflación, recesión, mercados volátiles, cambios políticos y guerras en diferentes regiones del mundo generan inestabilidad constante. En este escenario, liderar empresas, administrar finanzas personales o emprender se convierte en un acto de equilibrio entre la prudencia y la fe. El problema no es que haya incertidumbre; el verdadero desafío es sobre qué fundamento estamos edificando.
Quienes dirigen, invierten y trabajan en este tiempo necesitan más que estrategias: necesitan sabiduría, carácter y una convicción profunda de que Dios sigue siendo el proveedor, incluso cuando la tierra tiembla bajo nuestros pies.
Economía inestable, corazones firmes
El rey David escribió: “Aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; no temeremos” (Salmo 46:2, RV1960). Esta no es una declaración emocional sino espiritual. En momentos donde todo parece inestable, nuestra seguridad no puede estar en el sistema financiero, las políticas de gobierno ni las predicciones económicas.
Los líderes que logran mantenerse firmes en medio de la crisis son aquellos que entienden que su confianza está en Dios, no en las circunstancias. En palabras del profeta Habacuc: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos… con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:17-18, RV1960). La estabilidad verdadera no comienza en la bolsa de valores, sino en el alma que ha aprendido a confiar.
La trampa de edificar sobre lo cambiante
Una de las mayores tentaciones en medio de la inestabilidad económica es tomar decisiones basadas en el miedo o la codicia. Algunos se apresuran a invertir sin discernimiento; otros se retraen por completo, paralizados. Ambas reacciones revelan una misma raíz: dependencia del sistema, no del Reino.
Jesús enseñó con claridad: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24, RV1960). No dice que el prudente nunca enfrentará tormentas, sino que, cuando lleguen, su casa no caerá. El fundamento es obediencia, no conveniencia.
Muchos en el ámbito empresarial están edificando sobre arena: políticas que cambian, tendencias que se evaporan, redes sociales que prometen éxito instantáneo. Pero sólo quien edifica sobre la Palabra de Dios puede resistir sin ser arrastrado.
Administración fiel en tiempos difíciles
La Biblia no ignora los tiempos de escasez. José, en Egipto, interpretó que vendrían siete años de abundancia y luego siete de hambre. ¿Su estrategia? Preparar, ahorrar y administrar sabiamente. “Y aquella abundancia será para que el país no perezca de hambre” (Génesis 41:36, RV1960). José no fue solo un intérprete de sueños; fue un administrador de recursos con visión de Reino.
La fidelidad financiera no se mide solo por lo que se gana, sino por cómo se administra, aún en la escasez. Jesús fue claro: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16:10, RV1960). En tiempos inestables, se revelan los corazones: los generosos siguen dando, los sabios siguen sembrando, los íntegros siguen rindiendo cuentas.
El peligro de poner la esperanza en las riquezas
Uno de los errores más comunes es asumir que tener dinero es sinónimo de seguridad. Pablo advierte: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17, RV1960).
Este principio es más relevante que nunca. Las riquezas son herramientas, no cimientos. Son recursos, no razones para vivir. Si los líderes cristianos comienzan a medir el éxito por sus balances bancarios y no por su fidelidad a Cristo, entonces han cambiado la roca por la arena.
¿Dónde está tu tesoro?
Jesús dijo: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21, RV1960). En medio de crisis económicas, esta pregunta es crucial: ¿Dónde está tu tesoro? Si tu mayor tesoro es la estabilidad del mercado, tu corazón temblará con cada noticia. Pero si tu tesoro está en el Reino de Dios, entonces ninguna inflación puede robarte la paz.
Puntualmente, vale la pena preguntarse:
- ¿Tomas decisiones financieras desde la fe o desde el temor?
- ¿Consultas a Dios antes de hacer un movimiento económico importante?
- ¿Tu generosidad disminuye cuando tus ingresos bajan?
- ¿Cómo defines el éxito en tu empresa o liderazgo?
Estas preguntas ayudan a revelar si estamos liderando sobre roca o sobre arena.
Un liderazgo basado en convicción, no en fluctuación
El llamado de este tiempo es a levantar líderes que no se dejen sacudir por el pánico colectivo. Que, aunque vean las arenas movedizas de la economía, caminan con pasos firmes porque han aprendido a escuchar a Dios. Líderes que priorizan la integridad sobre la ganancia rápida, la generosidad sobre la acumulación, la obediencia sobre la tendencia.
Como dice Proverbios: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6, RV1960). No se trata de negar la realidad económica, sino de enfrentarla con otra perspectiva: la del Reino, donde los principios eternos tienen más peso que los gráficos financieros.
Conclusión
Las arenas movedizas de la economía seguirán presentes. Los sistemas del mundo están diseñados para ser inestables. Pero el liderazgo cristiano, firme en la Palabra de Dios, no depende del vaivén del mercado. Depende de un Dios que sigue proveyendo, guiando y sosteniendo a quienes le temen.
Es tiempo de levantar empresas sobre principios, no solo sobre planes. De formar equipos que confíen en Dios más que en algoritmos. De administrar lo poco con excelencia, sabiendo que la fidelidad en lo pequeño abre puertas a lo mucho.
Jesús lo dijo así: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33, RV1960). Las arenas movedizas no deben ser nuestro terreno. El Reino de Dios sigue siendo roca firme. Y sobre esa roca, sí se puede liderar.
Por María del Pilar Salazar
Decana Académica
Univ. Logos
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