Vivimos en una era marcada por la urgencia. Todo debe ser instantáneo: la comida, las respuestas, los resultados. Desde el mundo empresarial hasta la vida espiritual, la cultura de la inmediatez ha comenzado a regir nuestras decisiones. Pero el liderazgo sabio —el que edifica con fundamento y no con ansiedad— requiere otra virtud: la visión a largo plazo, la paciencia en el proceso y la fidelidad en lo oculto.
Este artículo es una invitación a resistir la presión de la rapidez superficial para cultivar un liderazgo más profundo, más duradero y más fiel al carácter de Dios.
La ansiedad del “ahora”
La inmediatez seduce. Nos hace creer que todo lo que no ocurre ya, está fuera de tiempo. Se convierte en una trampa peligrosa, especialmente para quienes lideran, emprenden o manejan recursos. Las métricas rápidas y los resultados express se convierten en ídolos modernos. Pero la Biblia es clara: “Mejor es el fin del negocio que su principio; mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu” (Eclesiastés 7:8, RV1960).
Dios no está apurado. Aunque actúa en momentos específicos, su obra siempre lleva un ritmo redentor. La ansiedad por “ver resultados” muchas veces nos empuja a cortar procesos, ignorar principios y sacrificar personas en el camino. Se prioriza lo inmediato sobre lo importante. Pero en el Reino de Dios, el carácter pesa más que el calendario.
El proceso vale más que el aplauso
En el mundo empresarial, es tentador diseñar estrategias basadas en la reacción del mercado, las tendencias del momento o la presión del entorno. Pero los líderes que transforman no se mueven solo por la oportunidad; se mueven por convicción. Jesús mismo esperó treinta años para comenzar su ministerio público, aunque ya desde niño tenía claridad sobre su identidad. Lucas relata: “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52, RV1960).
El Hijo de Dios no se saltó el proceso. Ni siquiera el Salvador fue inmediato. ¿Por qué nosotros, en nuestro liderazgo, deberíamos apresurarnos por alcanzar metas antes de que el carácter esté listo?
En lo oculto crecen las raíces que sostienen los frutos visibles. El liderazgo que permanece no nace de una estrategia acelerada, sino de una fidelidad constante en lo secreto.
Finanzas sin prisa, negocios con integridad
La inmediatez también seduce en el ámbito financiero. Muchos caen en la trampa de decisiones precipitadas, inversiones impulsivas o deudas apresuradas, todo con tal de “aprovechar el momento”. Pero la Escritura advierte: “El que se apresura a ser rico no será sin culpa” (Proverbios 28:20, RV1960).
Los negocios hechos bajo presión emocional o temor al «ahora o nunca» suelen estar fuera de la voluntad de Dios. En cambio, los emprendimientos nacidos de oración, sabiduría y consejo maduro dan fruto en su tiempo. Como enseña el Salmo: “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para siempre” (Salmo 112:1, 3, RV1960).
¡Lo permanente es mejor que lo inmediato. Lo fiel es mejor que lo rápido. ¡Lo íntegro es mejor que lo viral!
Esperar no es pasividad, es preparación
En el Reino de Dios, esperar no es sinónimo de inactividad. Es una etapa de formación, enfoque y obediencia. El profeta Isaías escribió: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:31, RV1960).
Dios fortalece a los que saben esperar. A los que no se rinden ante la ansiedad del reloj. A los que, aunque otros se adelanten, permanecen donde Él los puso hasta que llegue el momento correcto.
Esto aplica al desarrollo profesional, al crecimiento de una empresa o al levantamiento de un equipo. No toda oportunidad es una puerta abierta de parte de Dios. No todo crecimiento es madurez. Y no toda aceleración es bendición.
El liderazgo que siembra
Pablo lo expresa claramente a los gálatas: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7, RV1960). Esta verdad no tiene atajos. En el Reino, primero se siembra, después se espera, y finalmente se cosecha.
Los líderes que siembran con paciencia y visión a largo plazo cosecharán con abundancia. Los que se apresuran a ver fruto sin raíces, quizás reciban aplausos temporales, pero no dejarán legado.
El agricultor sabe que la lluvia y el tiempo no están en sus manos. Pero sí puede arar la tierra, cuidar la semilla y mantenerse fiel en cada estación. Así también debe ser el líder cristiano en el mundo empresarial: constante, perseverante y guiado por el ritmo del Espíritu, no por la presión del mercado.
Conclusión: De la prisa a la permanencia
En un mundo que celebra la velocidad, los creyentes están llamados a edificar con solidez. A resistir la seducción del atajo. A valorar más la fidelidad que la fama, más la constancia que la viralidad.
El liderazgo del Reino se distingue no por lo instantáneo, sino por lo eterno. Por eso, como dice el apóstol Pablo: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58, RV1960).
Dile no a la inmediatez.
Dile sí al proceso.
Dile sí al liderazgo que edifica, transforma y permanece.
Por María del Pilar Salazar
Decana Académica
Univ. Logos
YouTube: https://www.youtube.com/@LeccionesdeBibliayCiencia
Facebook: https://www.facebook.com/leccionesbibliayciencia/
Instagram: https://www.instagram.com/leccionesdebibliayciencia/