Es imposible avanzar con seriedad en una relación personal sin un claro sentido de compromiso. El diccionario nos informa que compromiso significa «obligación contraída, palabra dada, fe empeñada». Esta definición indica que es una relación muy seria, que no se puede determinar con ligereza. Es la clase de relación que establece un matrimonio o que caracteriza a los que forman una sociedad civil o comercial. Es mucho más que simpatía, interés o entusiasmo. Implica la disposición de empeñarse, de involucrarse, de unirse a otros con el fin de realizar algún propósito más allá de lo que sería posible a nivel individual.
Naturalmente, comprometerse implica cierto riesgo. Los seres humanos no siempre somos estables y confiables, pues nuestro estado de ánimo puede afectar el nivel o la intensidad de nuestra disposición. Factores ajenos a la relación comprometida pueden influir en ella. Por eso, el compromiso o la relación pactada pretende anticipar y neutralizar estos cambios de ánimo por medio de la «palabra dada» o la «fe empeñada». Se asume el compromiso, aun sabiendo que en el futuro nos pueda implicar sacrificios o costos elevados.
¿Puede ser una cuestión de sentimientos o una acción impulsiva la decisión de seguir a Cristo? ¿No indican las Escrituras más bien que el discipulado es una relación muy seria y requiere una entrega total al Señor? Seguir a Cristo implica dejar de lado los planes propios y reconocer a Cristo como el Señor, el Maestro, el Jefe, el Rey de la vida. Es imposible seguir a Cristo sin la toma de algunas decisiones difíciles y costosas que distinguen a uno de su pasada manera de vivir. Ser un discípulo tiene el efecto de enrolarlo en una carrera a la entera disposición de Jesucristo.
Esta percepción choca con la forma natural de vivir de todos nosotros. Por lo general, preferimos que Cristo nos acompañe, nos ayude, nos levante y sostenga, nos saque de los líos y solucione nuestros problemas. Sin embargo, deseamos seguir adelante con nuestro propio esquema y ritmo, los planes y ambiciones particulares, sin tener que hacer ajustes radicales. Nos desconcierta pensar que nos tocaría enfrentar una adaptación a otro estilo de vida, a otros valores. En realidad, es exactamente eso lo que tiene que ocurrir.
Es tan grande el cambio que el Señor quiere introducir en nuestra vida que Cristo nos exhorta a sentarnos a calcular con seriedad lo que nos va a costar, a fin de tomar una decisión sobria y bien pensada. El poder dar ese paso implica que uno tiene en mente un cuadro claro de su situación real, de lo que está en juego. Está consciente que no puede volver a una vida egoísta ni a una existencia sin propósito. Ha llegado a la conclusión que la vida no tiene sentido aparte del propósito eterno de Dios y el supremo llamado de Cristo Jesús.
Se pregunta: «¿Volver…? ¿Volver a qué?» No le interesa retroceder a una vida de pecado, de frustración, de vicios. Tampoco le interesa seguir el rumbo que le señala la ambición o el placer. Ya comprendió que vivir sin Dios es pretender moverse sin norte, sin brújula, sin dirección clara. Ahora quiere tener la seguridad que vive para algo, que la vida tiene un objetivo. Quiere llegar a ser como Cristo. Quiere vivir conforme a la voluntad de Dios.
Es esta convicción la que le lleva a tomar la decisión de ser discípulo de Jesucristo. Cristo ha traído luz y esperanza a la vida. Ha mostrado su gran amor y bondad. Más aun, dio su vida por nosotros en el Calvario y resucitó para darnos vida eterna, plena y victoriosa.
En esta lección consideraremos la importancia de decidir seguir a Cristo, de vivir solo para él. Procuraremos comprender lo que está involucrado en esta decisión que es capaz de cambiar la vida por completo.
Leamos con cuidado el siguiente texto de Lucas 14:25–33 para luego responder a las preguntas que siguen:
25 Grandes multitudes seguían a Jesús, y él se volvió y les dijo: 26«Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. 28»Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? 29 Si echa los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean comenzarán a burlarse de él, 30 y dirán: “Este hombre ya no pudo terminar lo que comenzó a construir.” 31»O supongamos que un rey está a punto de ir a la guerra contra otro rey. ¿Acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil hombres puede enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? 32 Si no puede, enviará una delegación mientras el otro está todavía lejos, para pedir condiciones de paz. 33 De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo. 34»La sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿cómo recuperará el sabor? 35 No sirve ni para la tierra ni para el abono; hay que tirarla fuera. »El que tenga oídos para oír, que oiga.»
PARA PENSAR Y COMENTAR⬇️⬇️
- ¿Por qué Jesús fue tan exigente en sus requisitos para los que le iban a seguir como discípulos?
- ¿En qué sentido el disponerse a ser discípulo de Jesús es como marchar a la guerra?
- ¿Por qué exhorta Jesús a sentarse y calcular fríamente el costo antes de decidir ser su discípulo?
1,894 total views, 3 views today
1 comment
PRIMERAMENTE GRACIAS.
ES UNA FORMA DE PODER PENSAR UN POCO DE NUESTRO COMPROMISO CON DIOS HOY.
MUCHOS Y MUCHAS PODEMOS LLAMARNOS SEGUIDORES, DISCIPULOS DE CRISTO, PERO NO LLEVAMOS LA MARCA, PIENSO QUE EL COMPROMISO DE UN DISCIPULO DE CRISTO DEBE SER CALCULADA Y EVALUADA PARA CAMINAR AL ALCANCE DE LOS OBJETIVOS DEL REINO.