Estar con Cristo
El evangelio de Juan nos presta elementos valiosos para estudiar la relación entre Cristo y los bienaventurados.
Somos hijos del Padre en Cristo, hijos en el Hijo, el cual es el pan, la luz, la vida de nuestra propia vida filial.
Se presentan en dos estadios la vida de la gracia que gozamos ya en este mundo y la vida gloriosa de la consumación celestial.
Estos elementos nos acercan a la realidad escatológica del estar con Cristo, explícitamente subrayado por Pablo.
Análisis teológico del «Estar con Cristo»
Podemos esbozar el concepto de Cristo cabeza, se puede observar en varios aspectos (capitalidad de orden, de gobierno, de perfección, de influjo, etc.) (Cuerpo Místico), al aplicarse a la relación de Cristo con sus miembros en estado de consumación, nos lleva a la superioridad del Señor en la gloria y a la benéfica dependencia de los bienaventurados respecto de la gloria y el gozo de Cristo, que son por ellos compartidos.
En la vida celestial se ofrece como una profunda y total imitación de Cristo, derivada de la perfecta membricidad de los bienaventurados respecto de quien es Cabeza.
Cristo revelador del Padre, este concepto toma toda su fuerza en la definitiva revelación, aquella en la que no queda ya ningún velo, o sea en la donación de la visión de la divinidad propia de la vida celestial.
La alegoría de Cristo-Vid que encontramos en el evangelio de Juan (cap. 15) al aplicarla a la vida celestial nos lleva directamente a la unión con Cristo, como causa de la vivificación y plenitud celestial.
Este tercer concepto evita la cosificación de la gracia y de la intelectualización de la misma, derivada de un análisis poco profundo de los dos anteriores conceptos.
El concepto «estar con Cristo» tiene en las mismas fuentes bíblicas una dimensión comunitaria que completa la individual aquí observada.
La Iglesia celestial se une con Cristo, como. La Esposa con el Esposo; la Iglesia es la plenitud de Cristo, que aquí tiende a la plenitud total que un día logrará en el cielo. Así Cristo, de quien fluye, como de su Fuente y Cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios.
El banquete celeste
La imagen del banquete para significar el Reino de Dios, es usada varias veces por Jesús: al inicio de la parábola de los invitados a la boda que rechazan el convite, dice …se parece el Reino de los Cielos a un rey que preparó las bodas de su hijo (Mt. 22,2)
También, promete a sus discípulos en la santa cena …Yo os preparo un Reino igual que me lo ha preparado mi Padre, para que comáis y bebáis en mi mesa en mi Reino (Lc. 22,29)
De igual manera refiere en Mt. 8,11-12 la reunión de los escogidos en el banquete celeste, de igual manera en la cuarta bienaventuranza, que algunos consideran central en la maravillosa serie paradoxal de felicitaciones a los que sufren: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados (Mt 5,6).
La comparación banquete-cielo, se encuentra a su vez en el A.T. en las citas Ex cap 12 y 13, Dt cap. 12 a 16, Sal 36,9; y se establece tanto en el sentido fraternal humano que tradicionalmente tiene el banquete en todas las culturas, como en el sentido de relación con Dios a quien se estima presente y anfitrión en el banquete religioso.
Esta comunión cultual con Dios, significada en el rito sacrificial por el comer de la víctima inmolada, o alcanzada por la percepción de fe en todo acto de oración y culto, es un presagio de aquella comunión celestial que es su última consumación.
En la nueva alianza, el Señor anuncia estas mismas verdades que ahora toman ya una superior plenitud por su propia presencia y su personal sacrificio por nosotros, especialmente en la multiplicación de los panes (Mt 14,19).
La imagen de banquete, revela la comunión de Jesús con los suyos, después de la resurrección (Lc 24,30). Él desde el cielo. Ya glorificado, el que vive y ha estado muerto (Apo 1,18), invita al banquete celestial, que es su mismo banquete: Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa y comeré con él, y él conmigo
Las ideas teológicas que descubre o subraya esta imagen brillante son: la presidencia de Dios en el Cielo, que generosamente sacia a sus amigos, la comunión con Cristo, el sentido comunitario o fraternal del Cielo. Y la felicidad, expresada en la satisfacción, tan estimada en general, de saciarse y paladear una buena comida.
Cuando a la imagen accede el concepto de convite nupcial, se acentúa el ambiente de amor del convite celestial y se insinúan los místicos desposorios de Cristo con la Iglesia, comunidad de invitados al banquete.
En fácil síntesis el banquete celestial nos ofrece los tres elementos básicos de todo estudio teológico del Cielo: su aspecto religioso (relación con Dios en Cristo), su aspecto personal beatificante, y su aspecto comunitario.
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