Existen diferentes circunstancias en la vida de un cristiano, en la cual abre puertas para que entren demonios a atormentar su vida y a robar la paz de Dios. Los demonios no pueden poseer a un creyente, pero un creyente si puede poseer demonios. ¿Cuándo? Cuando se abren las puertas al mundo de la tinieblas.
Todos los cristianos sabemos que somos templo del Espíritu Santo. “pero el que se une al señor, un espíritu es con él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, esta fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vosotros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu los cuales son de Dios” (1 Corintios 17-20), pero aun en la ignorancia de no escudriñar las Escrituras, estamos expuestos en cualquier momento abrir puertas, que el enemigo está esperando para poder entrar y hacer daño.
Todo creyente que abre las puertas, para que Satanás entre a su vida le otorga el derecho legal para ejercer influencia y hostigamiento al creyente.
Uno de los principales factores que abren puertas a Satanás son las emociones descontroladas de la persona, pueden ser ira, resentimiento, rabia, rechazo o rebeldía. Para que la persona sea libre necesita someterse a Dios.
Porque si la persona camina con Dios y vive una vida santa como dice Su Palabra. El maligno no le toca al contrario huye.
El pecado de los padres trae graves consecuencias a las siguientes generaciones por eso se deben romper maldiciones (Éxodo 20:5-6; Deuteronomio 5:9b, 10; 18:9-14).
Es aconsejable confesar los pecados de nuestros linaje (Nehemías 1:4-9; Jeremías 14:20) sometiéndonos a vivir una vida Santa y en agrado a Dios. De esta manera el ADN espiritual, se ve afectado por el bien. Entonces Satanás pierde el derecho para afectar la generación presente y las futuras.
Como creyentes, cortamos en el nombre de Jesús toda influencia de maldiciones renunciamos a ellas y declaramos que somos hijos de Dios llamados a bendición. Debemos recordar este versículo “bendice a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis” (Romanos 12:14; Lucas 23:34). Debemos caminar en fidelidad a Dios y Él nos librará y guardará de todo mal.
Tenemos un llamado que Él nos ha dejado “Si vosotros permaneceréis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad y al verdad os hará libres” (Juan 8:32).
¡Gloria a Dios por Su Palabra!
Por: María Villegas
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