(Por José Juan Morales Sosa)
«La pecaminosidad de la naturaleza humana no implica que las reformas y las mejoras sociales sean imposibles. Sólo implica que no puede existir un orden social absoluto y perfecto … antes de la transfiguración del mundo». De la historia y las Escrituras pasamos a las expectativas de Jesús para sus seguidores. Su expresión más vívida se halla en el Sermón del Monte, en especial en las metáforas de la sal y la luz:
«Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con
qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera
y hollada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte
no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un
almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en
casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos» (Mt. 5.13-16).
Como cristianos solemos lamentar la decadencia de las normas del mundo
con un aire de consternación farisaica. Criticamos la violencia, la deshonestidad,
la inmoralidad, la codicia materialista y la falta de respeto por la vida. «El mundo se está desmoronando», decimos encogiendo los hombros. ¿Quién tiene la culpa? Permítanme expresarlo en estos términos: Si la casa está a oscuras cuando cae la noche, no tiene sentido culpar a la casa, pues eso es lo que sucede cuando baja el sol. La pregunta que se debe hacer es «¿dónde está la luz?» Si la carne se echa a perder y se vuelve incomible, no tiene sentido culpar a la carne, pues eso es lo que sucede cuando se deja que las bacterias se reproduzcan. La pregunta que se debe hacer es «¿dónde está la sal?»
Análogamente, si hay un deterioro de la sociedad y una decadencia de valores, hasta parecerse a la oscuridad de la noche o a un pescado pestilente, no tiene sentido culpar a la sociedad, pues eso es lo que sucede cuando se abandona a su propia suerte a hombres y mujeres caídos y cuando no se pone freno al egoísmo humano. La pregunta que se debe hacer es «¿dónde está la Iglesia? ¿Por qué la sal y la luz de Jesucristo no están permeando y cambiando la sociedad?» Sería absolutamente hipócrita de nuestra parte que frunzamos el entrecejo y
sacudamos la cabeza. El Señor Jesucristo nos mandó a nosotros ser sal y luz del
mundo. Por lo tanto, si la oscuridad y la corrupción abundan, es nuestra culpa
y debemos reconocerla.
Los Cristianos Deben Mantener su Diferenciación Cristiana
Si la sal pierde su sabor, no sirve para nada. Si la luz pierde su luminosidad, deja de ser útil. De manera que nosotros que nos declaramos seguidores de Cristo debemos
cumplir dos condiciones si es que hemos de hacer algún bien para él. Por un lado, debemos permear la sociedad no cristiana y sumergirnos en la vida del mundo. Por otro lado, al estar inmersos, debemos evitar la asimilación al mundo. Debemos mantener las convicciones, los valores, las normas y el estilo de vida cristianos. Volvemos a la «doble identidad» de la Iglesia («santidad» y «mundanalidad») que mencionamos en el primer capítulo. Luego, si se pregunta qué son el «sabor» y la «luminosidad» de la santidad cristiana, el resto del Sermón del Monte nos da la respuesta. Pues Jesús nos dice que no seamos como quienes nos rodean: «No os hagáis, pues, semejantes a ellos» (Mt. 6.8). En
A cambio, nos llama a una justicia mayor (del corazón), un amor más amplio (que abarca incluso a los enemigos), una devoción más profunda (la de hijos que acuden a su Padre) y una ambición más noble (la búsqueda del Reino de Dios y su justicia). Sólo cuando elijamos su camino y lo sigamos, nuestra sal conservará su sabor, nuestra luz brillará, seremos testigos y siervos eficaces, y ejerceremos una influencia sana en la sociedad.” (Stott, 1984, pp. 92-93)
Referencias Bibliográficas
- Stott, J.R.W (1984). La Fe Cristiana Frente a los Desafíos Contemporáneos. Editorial Marshall Pickering. Pp. 92-93
- Módulo THE361 Cómo Tomar Decisiones Bíblicas. Universidad Cristiana Logos -UCL-
- Apuntes del Profesor José Juan Sosa Morales