Hay abundante literatura sobre cómo hacer crecer la iglesia, así como numerosos programas y técnicas que prometen soluciones definitivas. Sin embargo, la Biblia nos enseña que solo Dios puede hacer que la iglesia crezca. El apóstol Pablo afirma: “Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento” (1 Corintios 3:6, NVI). Esto no significa que debamos quedarnos de brazos cruzados y no hacer nada. Dios nos ha otorgado dones y talentos que debemos poner en práctica, y más importante aún, nos pedirá cuentas por el uso de esos dones.
Para muchos pastores, la pregunta sobre cómo hacer crecer la iglesia es un desafío constante. Según Rick Warren, autor de un influyente libro sobre el tema, “todas las cosas que tienen vida crecen; usted no tiene que hacerlas crecer… De la misma manera, como la iglesia es un organismo vivo, es natural que crezca si se encuentra sana” (Warren, 1998, p. 20). Esta perspectiva nos invita a cuestionar cuáles son los obstáculos que impiden el crecimiento. Warren continúa: “La tarea del liderazgo de la iglesia es descubrir y eliminar las enfermedades y barreras que restringen el crecimiento normal y natural” (Warren, 1998, p. 20).
Además, Warren agrega un concepto clave que resume su obra: “Estoy convencido de que el punto clave para las iglesias del siglo veintiuno será su salud, no su crecimiento. Si solo nos concentramos en el crecimiento, perdemos de vista lo fundamental. Cuando las congregaciones son sanas, crecen de la manera en que Dios espera. Las iglesias sanas no necesitan trucos para crecer; lo hacen de manera natural” (Warren, 1998, p. 21).
Con base en estos conceptos y en la experiencia de crecimiento de su iglesia, el autor presenta herramientas que facilitan la organización del trabajo en la congregación. Es evidente que el mundo necesita la presencia de la iglesia, ya que esta tiene un impacto significativo en las personas y, por ende, en la sociedad.
Es importante tener en cuenta que no podemos copiar ciegamente el método utilizado en otra iglesia, ya que cada contexto es único. El objetivo del libro es ofrecer herramientas que puedan adaptarse al propósito específico de cada lugar. Se enfatiza que cada iglesia debe realizar un análisis introspectivo para determinar qué tipo de comunidad desea ser.
Cuando se aborda el crecimiento de la iglesia, surgen pensamientos contradictorios que llevan a muchos a rechazar la idea. En el libro, se discuten varios mitos sobre el crecimiento, como la creencia de que las iglesias solo se preocupan por el número de asistentes. Warren responde que esto no es cierto, ya que, independientemente de las campañas publicitarias, si las personas no encuentran lo que buscan, no volverán.
Otro mito común es que se debe elegir entre calidad y cantidad en la iglesia. Esto claramente no es cierto, porque, como parte de la Gran Comisión, debemos desear alcanzar al mayor número posible de personas para Cristo. Warren expresa dos afirmaciones interesantes: “Una vez que definimos los términos, se hace evidente que la calidad y la cantidad no son mutuamente excluyentes… Lo que muchos pastores quieren ignorar es el siguiente hecho: la calidad produce cantidad” (Warren, 1998, p. 57).
El autor también menciona otros mitos que sugieren que existe una “clave” única para el crecimiento. Lo que debemos entender es que cada contexto es único, y los métodos a aplicar dependen del pastor y de la congregación. A pesar de las diferencias, es prudente aprender de las experiencias de los demás y seleccionar los métodos más adecuados para nuestra comunidad.
Conviértase en una Iglesia con Propósito
¿Qué es lo que mueve nuestra iglesia? Las posibles respuestas pueden incluir la tradición, la personalidad del líder, las finanzas, los programas, los edificios, los eventos o la presencia de inconversos. Warren enfatiza que, para tener una iglesia sana, es fundamental establecer un cimiento claro: el propósito. Esto ayudará a que las personas que asisten a la iglesia sepan cómo enfocarse y contribuir al trabajo de la comunidad.
La tarea del líder es involucrar a los demás en ese propósito. Dado que el propósito debe estar alineado con la Palabra de Dios, es esencial que forme parte de las predicaciones. Asimismo, los asistentes deben comprender que el propósito de la iglesia es aplicable a su vida personal. Cada miembro debe saber que forma parte de la obra. Como dice la Biblia: “Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10, NVI).
Para definir los propósitos de la iglesia, hay varios elementos que deben considerarse. En primer lugar, estos deben estar fundamentados en la Biblia. Además, deben ser simples para que puedan implementarse fácilmente y recordarse con facilidad. En la Escritura, encontramos dos pasajes clave que nos ayudan a definir los propósitos: en Mateo 22:37-40 se aborda el gran mandamiento, y en Mateo 28:19-20 se encuentra la Gran Comisión.
Referencias Bibliográficas
- Apuntes del Profesor José Juan Sosa Morales
- Pereira, R. (13 de abril de 2024). Resumen del Libro Una Iglesia con Propósito. Curso MOODLE -SYS323 Eclesiología- Universidad Cristiana Logos -UCL-