Vida eterna: comunitaria, sin fin
La Santas Escrituras nos presenta la Resurrección como la gracia que Dios nos da por medio de Cristo, y de la cual es el la primicia, así como nos presenta que nuestros cuerpos tendrán una condición gloriosa para una nueva vida al lado del Señor, también nos presenta como será esa nueva vida y es lo que hoy analizaremos brevemente.
La comunidad celestial
La consumación de la salvación esta prevista en las Escrituras no solamente como una situación a la que muchos son llamados y llegarán, sino también con un aspecto formalmente fraternal y comunitario.
El Cielo es la patria, a la que vamos peregrinos y, no tenemos aquí una ciudad duradera, sino que buscamos la futura (Heb 13,14; Heb 11,14 y 2 Cor 5,6). Ciudadanos del cielo (Fil. 3,20; Ef. 2, 12-19 y Gal. 4,26), tenemos allí la Casa paterna (Mt 5,16; lo 14,2).
Vamos a la nueva y definitiva Jerusalén (Gal. 4,26; Apo 21,2-10). El Reino de Dios, esta acepción tiene dos etapas en la economía cristiana: la Iglesia peregrina y el Cielo.
Jesús en las parábolas del Reino, se refiere a esta segunda etapa, sin dejar de referirse a la Iglesia de la tierra como Reino de Dios, de igual manera se subraya su consumación celestial: Aleluya, porque reina el Señor, Dios nuestro, el Dueño de todo (Apo 19,6; 5,10).
Es la Iglesia la imagen de Esposa de Cristo con todo su sentido de comunidad religiosa, se presenta consumándose en la comunidad celestial (Apo 21,2), cuando Cristo aparezca y llegue la gloriosa resurrección de los muertos, la claridad de Dios iluminará la Ciudad celestial y el Cordero será su lumbrera.
El carácter comunitario del Cielo, la unidad entre todos los bienaventurados, no es sino la última manifestación del carácter fraternal de la salvación, que a su vez responde a la dimensión social propia de la persona humana y a la unidad del plan de Dios Creador.
Se debe considerar asimismo al estudiar el carácter consumativo que para toda la obra de Dios y para cada uno de los salvados, tiene el fin del mundo: sólo entonces se completará definitivamente la comunidad celestial.
La vida eterna
Los Evangelios y las epístolas de Pablo señalan constantemente la vida eterna y es referida a la vida del Cielo, esta perennidad sin acabamiento de dicha vida.
La expresión eterna es traducción de la palabra hebrea olam, cuyo significado es duración que trasciende la medida humana, contrapuesta a la del tiempo cósmico en que aquí está sumergido el hombre. Aplicando la eternidad a Dios, la duración significada adquiere unas características singulares, consiguientes a la singularidad del Ser divino, al aplicarla al hombre en su estado definitivo tiene el sentido, por lo menos, de duración sin término.
La Escritura no sólo habla de vida eterna, en el sentido antes expuesto ( Jn 3,15 ; 4,36; 6,40; 10,28; 17,2; Rom 2,7; 6,22; ) sino también de eternos tabernáculos (Le 16,9), casa eterna (2 Cor 5,1) «herencia eterna» (Heb 9,15) peso eterno de gloria (2 Cor 4,17), manifiesta asimismo esta verdad con otras expresiones que excluyen positivamente un término de la vida celestial.
Las razones teológicas que abonan y explican este hecho son fáciles de comprender: No habría felicidad plena si el mismo estado feliz no estuviera asegurado de permanecer; la amistad espiritual profunda entre Dios el bienaventurado tiende de sí misma a perdurar y ninguna razón podría inducir a Dios a cortarla siendo, como será siempre, correspondida. Además podría considerarse la incorruptibilidad o inmortalidad del alma en sí misma, una vez creada, tema también estudiado por los filósofos.
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